Las doce


Las doce en punto y no apareces

Llueve por dentro, también lo hace en la calle.

Quién diría que estarías tan sola, con un café amargo

y el reloj tomando carrerilla.



Las doce y un minuto

y sigues sin verla.

El tiempo araña las entrañas, el corazón duele

un poquito más y ni el libro que siempre te acompaña

es capaz de hacerte olvidar.



Las doce y dos minutos.

No quieres que la ansiedad acampe en tu cabeza

y te acurrucas en el sillón.

Bebes café

pero se te atraganta el beso que no diste,

escondido entre el pecho y la garganta.



Las doce y tres minutos.

Sabes que no vendrá

Y lloras; porque duele.

El dolor es ese bicho que se mete por la boca 

y se desliza por todo el cuerpo,

a veces incluso se aferra al corazón, lo deshace en mil pedazos,

y tira la cura.

Porque hay dolores que no se van con el tiempo

que acampan en nuestra cabeza, y se resisten a ser desahuciados.

Por eso llora, inunda Venecia , y luego ya sonríe.



Las doce y cuatro.

Ahora llegan los recuerdos, momentos inolvidables

que habitan en el fondo del pecho.

Y es difícil olvidar, olvidar un yo contigo,

un vosotras que duró un segundo.

Porque en un abrir y cerrar de ojos estabais a kilómetros

de distancia, sin contar las millas que separaban vuestros cuerpos.



Las doce y cinco.

La oscura noche cubre el cielo,

Y ahora te preguntas porqué Dios no te dejó despedirte.

Y el tiempo, ese que no tiene la valentía de volver

para enmendar errores...

Y ella...

Ella sigue ahí,

dentro,

tallando una herida difícil de cicatrizar.

Por eso, guárdala en el fondo de tu ser,

por si algún día vuelve.


Ojalá

 


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